domingo, 9 de noviembre de 2014

Cuento - Para niños - "Desafío Mortal"

              “DESAFÍO MORTAL”

-¡Claro que no voy a pelear!
-No, don piojo, usted no puede pelear con el puma.
-¿Qué no puedo? ¿Por qué no puedo?
-Es una pelea pareja.
-Igual voy a pelear. Y ya mismo.
El piojo y el puma se enfrentaron. Los ojos de los dos echaban chispas, dispuestos para una pelea a muerte.
Los demás animales los rodeaban en silencio.
Ya habían intentado todas las formas de pararlos, pero no había caso.
El puma mostró los dientes. Todos los dientes.
-El puma rugió y largó un zarpazo que hizo volar al piojo y lo estrelló contra un quebracho. El piojo se enderezó y atropelló. Otro zarpazo del puma y el piojo quedó colgado en lo más alto de un algarrobo.
-¡Bueno basta!- dijo el sapo.
-¡Nada de basta!- gritó el piojo bajando a los saltos de rama en rama.
¡Nada de basta!
Y saltó desde el árbol a la oreja del puma y se prendió como garrapata, dispuesto a chuparle hasta la última gota de sangre.
El puma rugió y se pegó un tremendo manotazo en la oreja para aplastar ahí mismo al piojo. Pero el piojo ya no estaba. Había saltado a la otra oreja y lo mordía desesperadamente. Otro manotazo del puma y el piojo casi aprende a volar. -¿Y si terminamos la pelea?- dijo el elefante dando un paso adelante.
-¡Atrás todos!- gritó el piojo. ¡Nada de terminar la pelea – y atropelló manotazos al aire.
El puma retrocedió sorprendido. No había pensado que ese bichito pudiera pelear con tanta furia.
Había querido divertirse un poco, pero jamás se le ocurrió que el piojo fuera capaz de llevar las cosas tan lejos. -¡Vamos, pelee!- gritó el piojo atropellando.
Otro manotazo del puma y el piojo fue a caer arriba del elefante, ahí rebotó y cayó sobre el lomo del tapir.
-¡Lo voy a matar!- dijo el oso hormiguero.
-¡Lo voy a destrozar con sus garras!- dijo el coatí.
-¡Lo voy a morder con esos enormes colmillos!- dijo la iguana.
-¡No podemos dejar que sigan!- dijo el sapo.
-¡Tenemos que hacer algo!- dijo el quirquincho.
-¡Por favor, don elefante, usted puede pararlos, haga algo!- Pidió la cotorrita verde.
-Bueno bueno- dijo el elefante poniéndose en medio del piojo y el puma. ¡Se acabó la pelea!
El puma dio un paso atrás y dijo:
-Por mí, la terminamos. Y les cuento que fue la mejor pelea que tuve en mi vida. Lo felicito, don piojo, estuve mal y pido disculpas.
-Acepto sus disculpas, y también acepto que me estaba ganando. Demo admitir que usted es más fuerte que yo- dijo el piojo.
Los animales hablaron todos juntos y se preguntaron muchas cosas. En especial se preguntaron por qué había comenzado esa pelea tan feroz. Pero ninguno sabía.
Después se fueron, cada cual por su lado.
El elefante, el coatí, el sapo y el piojo se quedaron charlando.
-Don piojo- preguntó el sapo, ¿por qué comenzó todo este lío? ¿se da cuanta en lo que se metió?
-Fue demasiado peligroso- dijo el coatí. El puma es un animal feroz. Me hico temblar todo el tiempo.
-No se preocupe amigo coatí, yo temblaba más todavía- Dijo el piojo.
-¿Por qué pelearon?- preguntó el elefante.
Porque casi me pisa. Pasó sin mirar casi me pisa. Y cuando yo grité me mostró todos esos dientes que tiene y encima me insultó y me pisó la sombra.
-¡Lo insultó!- dijo el sapo. ¡Le pisó la sombra! ¿Qué le dijo?
-En realidad nada. Pero me miró como si me insultara. Y movió la pata casi me pisa otra vez.
Y de nuevo me pisó la sombra. Entonces me enojé y lo desafié a pelear.
-Pero don piojo, un piojo no puede pelear contra un puma.
-Ya sé que no, pero las cosas tienen sus límites.
Y creo que se estaba pasando de la raya. ¿Sabe don elefante? , a veces los bichos chicos tenemos que defender a muerte la dignidad, entonces sí que estamos listos. Y un buen piojo no puede permitir que le pisen su sombra.
El elefante y el sapo se miraron y dieron un paso para atrás con todo disimulo. No vaya a ser que por ahí, sin darse cuenta, pusieran la pata sobre la sombra del piojo.
FIN
Escritor: Emiliano Bertoletti

Celular: 03467-15445430

sábado, 8 de noviembre de 2014

Cuento - Para niños - "La leyenda de los hipocampos"

     “La leyenda de los hipocampos”
Hubo una vez un dios que preguntó a los animales por su destino.
-Ahora mismo debe decir cada uno de ustedes dónde se quiere quedar, si en el agua o en la tierra.
Los animales se sintieron desconcertados.
Estaban acostumbrados a subirse volando hasta el cielo o a sumergirse en el fondo del mar o a comer alfalfa fresca en el campo, con total libertad.
Pero bueno, ahora había que decidir.
-Elegir es perder un poco-  protesto un camelo que se guardaba un poco de agua dentro de la joroba.
-A mí eso de siempre agua o siempre tierra me da un poco de miedo- comentó la trucha.
-La tierra tiene sus cosas y el agua tiene sus cosas- afirmó un conejo creído de decir una frase célebre e inolvidable.
Las vacas, sin dudarlo, se fueron lentamente al campo.
-Para nosotras se ha hecho pasto bien verde- opinaron.
Y los toros las siguieron.
Los pejerreyes eligieron rápidamente los ríos y os mares, pero se mantuvieron firmes en su deseo de ser siempre elegantes y de estar cerca del calor del sol.
La ballena no lo dudó: le gustaban las olas del mar.
Así cada animal se fue organizando, armando grupos ya sea para caminar sobre la tierra o nadar sobre las aguas.
Los cangrejos dudaron un poco: dos pasos atrás , dos pasos para adelante.
Finalmente se quedaron cerca de la playa, por si podían hacer alguna trampita.
Mientras tanto, las plantas también iban organizándose, por las dudas se les preguntara. El ombú, se fue para la pampa.
Los sauces, cerca de río.
Las algas , al fondo del mar.
Sin embargo ese dios, antes de que terminara la jornada, vio que algunos animales todavía estaban dudando:
-¿Qué les pasa a ustedes? –preguntó a la gran familia de caballos- ¿Ya eligieron lugar donde vivir?
Entonces, el caballo de cola más larga empezó a relinchar una explicación.
Habló largo rato. Explicó todo lo que pudo, aun en idioma que no entendían todas las especies, que ni siquiera comprendían todos los de su gran familia.
Esa misma tarde, allí donde la espuma se rompe contra las piedras, los caballos resolvieron separarse en dos grandes familias: la de los caballos de tierra y la de los caballos de agua.
Los caballos de tierra andan corriendo por la pampa.
Son los caballos salvajes que están cerca de las sierras. Usan coas largas, flequillo y crin, les encanta conquistar a las yeguas que suben piedra por piedra para verlos desde lo alto del valle.
Los caballos que resolvieron quedarse en el mar formaron otra familia, la de los hipocampos.
Cambiaron de color.
Se hicieron cristalinos y pequeños.
Ellos tienen los ojos bien alertas, porque no es fácil vivir allí. Por eso con un ojo andan siempre buscando una pareja para tener hijos y con el otro ojo miran para ver si algún pez se los quiere comer.
Les encanta dormir entre los corales, arman allí un lugar con algas y caracoles para que venga la hembra  y los fecunde. A los hipocampos machos les gusta mucho quedarse esperando que nazcan los doscientos hijos que tienen cada vez que son fecundados por las hembras.
En cambio ellas, solo desean nadar entre cardúmenes llenos de color, meterse dentro de las cuevas y nadar por los mares cálidos buscando leyendas que están siempre entre las aguas de los mares más profundos.
FIN

Escritor: Emiliano Bertoletti
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